Tuesday, November 29, 2005

LICENCIAMIENTO DE LOS CRISTEROS

Episodios de la Guerra Cristera

por José Guízar Oceguera. México, Distrito Federal: EDAMEX, 1983. Páginas: 186-189

Nuestro autor nos dice que él "Fue Jefe del Estado Mayor del general Prudencio Mendoza, ex villista, y con el grado de coronel participó en la Guerra Cristera durante los años 1926-1929."

"EN JULIO de 1929 el general Manuel Avila Camacho, Jefe del Sector Militar de Zamora, escribió a los generales cristeros Prudencio Mendoza, Ramón Aguilar, Maximiliano Barragán y José María Méndez, invitándolos a deponer las armas, pues el conflicto religioso que existía entre los obispos y el gobierno se había solucionado ahora que la lucha no tenía ya objeto. Ofrecía toda clase de garantías y les proponía tener pláticas con él. Reunidos los generales rebeldes se discutió el asunto y convinieron en contestarle que ellos no recibían órdenes de los obispos sino del jefe de la Guardia Nacional, Jesús Degollado Guízar, que cuando él lo ordenara entrarían en arreglos. Pasados unos días los mismos generales recibieron instrucciones de licenciar sus tropas y suspender la lucha. Entonces determinaron enviarme como su represenante ante el general Avila Camacho." (186)

Más tarde: Una cena en el Pueblo de Tingüindín.

"El general [Avila Camacho] estaba hospedado en un mesón. Al terminar la cena, el general me preguntó que dónde iba a dormir, le contesté que en el corredor del mesón. Se opuso y pidió que llevaron otra cama a su cuarto para mí. A las 11 de la noche empezaron las pláticas con la pregunta del general." (187)

Las famosas pláticas.

El primero en hablar es Gral. Avila Camacho.

"¿Qué piden ustedes?"

"Primero, permiso a los soldados cristeros de la zona de Cotija de asistir con sus armas a una misa en honor de la Virgin de San Juan del Barrio." No puedo omitir esta petición, aunque parezca difícil de conceder, porque ellos, los soldados la piden.

Con gran sorpresa mía dijo:

"No hay inconveniente."

"Segundo, dejarles sus pistolas a oficiales y jefes, creo que pueden necesitarlas."

"Aceptado."

"Tercero, como la mayoría de los nuestros son campesinos y aman a sus caballos más que a ellos mismos, que no se los vayan a quitar."

Se negó de pronto, pero finalmente manifestó su conformidad.

"Cuarto, darles diez pesos a cada soldado."

"No tengo dinero ni autorización para ello," contestó.

Luego le sugerí que podía obtenerse el dinero del administrador de la Hacienda de Santa Clara y de los ricos de la región que se beneficiaban con la paz. Le pareció buena la idea y la puso en práctica.

"Quinta, proporcionarles a los rebledes que lo solicitaran, pases de ferrocarril."

"De auerdo."

"Sexta, indemnizaciones de las pérdidas sufridas causadas por la tropa o generales del gobierno, previa comprobación."

Manifestó que esto no era posible, pero aceptó ponerle un mensaje al general Amaro, Ministro de Guerra, sobre el particular. Amaro le contestó que se dejara de complacencias.

Vencido por su buena voluntud le dije:

"Por lo que a mí toca, retiro la petición, estoy joven y trabajando recuperaré lo perdido. Por intereses personales no se debe derramar más sangre. Ofrezco a usted persuadir a los demás jefes rebeldes para que también la retiren."

Creo que mi actitud le agradó, pues me apretó efusivamente la mano. El general Maximiliano Barragán y sus hombres entregaron las armas y se licenciaron en el pueblo de Tocumba. El general Prudencio Mendoza lo hizo en Cotija. Los generales Ramón Aguilar y José María Méndez, no se presentaron, pidieron un salvoconducto, que les fue otorgado. Estas fuerzas se licenciaron en Jacona.

En el banquete ofrecido en Zamora al general [Avila Camacho] y a los cristeros, éste los invitó a que pusieran la guardia.


Más: El general [Avila Camacho] discretamente compró telas y las distribuyó entre las familias para que les hicieran camisas a los cristeros." (páginas 188-189)

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