¿No quiere rancho, jefe?
[Asesinato de Carranza, por Gral Francisco L. Urquizo, páginas 140-142]
"Bulmaro era el único de buen humor en la pequeña columna; de todo hacía guasa y reía a mandíbula batiente; para él no había penas, las veía siempre por el mejor lado; su alegría nos daba algo de ánimo en medio de la desolación en que caminábamos.
"Comenzaba a clarear el día cuando encontramos a varios indios, a un lado del precipicio por donde pasábamos, con grandes cestos de tortillas que nos ofrecían solícitos.
-- ¿No quiere rancho, jefe?
--¿Rancho?
-- Sí, jefe, ¿quiere?
--Dame -- dijo Bulmaro el primero.
"Y el que encabezaba nos repartió a todos puñados de tortillas con chile colorado. Llevaban gran provisión de ellas, y se empeñaban no sólo en que comiésemos sino en que guradáramos en las maletas para más tarde.
--Gracias, amigos, y adiós -- repuse continuando la marcha, con la mano llena de tortillas.
--Que Dios les ayude -- contestaron los indios.
--Es buena gente ésta de la sierra, ¿se ha fijado qué hospitalatios son? -- me dijo López.
--Sí, en efecto, parece buena, nos ha dado lo que ha podido. Ojalá y también nos hubieran protegido: estaríamos en esta sierra a salvo de nuestros adversarios.--
--¿Y por qué no nos habrán ayudado, mi general? -- preguntó Bulmaro.
--!Quién sabe!, algo raro ha de pasar cuando nunca hemos podido ver a Barrios, el patriarca de estos serranos; se nos oculta, parece que nos huye; no nos ataca, pero tampoco nos defiende. La gente que nos persigue, según nos dicen a cada paso por teléfono, ha entrada ya a esta inexpugnable sierra y nos sigue de cerca. ¿Por qué los dejaron entrar, cuando unos cuantos hombres apostados en las entradas forzosas hubieran bastado para impedir le paso de la columna más poderosa?--
--Qué raro es todo esto -- arguyó López; -- vaya usted a saber si el tal Barrios ese no se habrá adherido ya al enemigo.--
--Todo puede ser en estos tiempos -- repuse, y quedeme reflexionando en nuestra situación."
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