Tuesday, May 23, 2006

EL MEXICANO: UN PUEBLO CON MUCHA MADRE Y POCO PADRE

Por Jesus Pavlo Tenorio, Jueves de Excelsior, año 63 Núm. 3329 Mayo 8 de 1986

"Las expresiones son tan comunes que han alcanzado el honor de ser impublicables; pero cuando un mexicano del grueso de nuestro país decide exaltar la calidad de algo, acude a hacer una analogía entre la madre, en sentido genérico, y la cosa elogiada, diciendo:

Esto está a toda M...

Por el contrario, y de la manera más increíble y paradójica, cuando algo merece el más profundo de sus desprecios, no es raro oírlo exclamar:

A mí me importa M... eso y lo de más allá.

En otro orden de intenciones, en tratándose de insultar a un enemigo gratuito o bien ganado, el mexicano no vacila en echar mano de las mil y una maneras que existen en nuestro florido léxico de la leperada, para ofenderlo, haciendo una ruin alusión a la autora de sus días.

Casi siempre en estos casos, la figura materna queda tan maltratada por el lado sexual que, diríase que una enorme mayoría, por no decir la totalidad de los ofendidos, fueron de padre desconocido.

Surge pues una paradoja en la mentalidad social de nuestro pueblo: ¿cómo es que la madre puede representar para él lo más noble, puro y santo; y a la vez ser objeto para calificar algo deleznable y oprobioso?

Las raíces de este fenómeno son tan profundas que alcanzan al atavismo de la raza. Pues es un hecho que el pueblo mexicano es un pueblo apegado estrechamente, desde el más remoto ayer, a la figura de la madre, y en la misma proporción desligado de la figura paterna. Ya que no es gratuito afirmar que por generaciones enteras, la familia ha girado en torno a la madre, mientras que el padre ausente es la característica más común. Tal vez por ello el festejo del Diez de Mayo ha penetrado en el alma del pueblo, mientras que el Día del Padre (sin fecha precisa para mayor significación) permanece como una decisión arbitaria de las cámaras de comercio.

Ambas celebraciones, ni siquiera entran en competencia: pues en tanto una obedece a algo innato, la otra se parece a aquel juego infantil de lo que hace la mano hace la tras, y ya lo dijo Cervantes, nunca segundas partes fueron buenas. Además, en el amor del hijo por su madre operan realidades indiscutibles. En tanto que en la relación del hijo con su padre, aparecen troqueles que el mexicano común no ha sido capaz de superar."

Fin Parte Uno

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